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(…) Y cuando llegó a la cima de la cresta de la montaña, he aquí que el otro mar yacía allí extendido ante su vista: entonces se detuvo y calló largo rato. La noche era fría en aquella cumbre, y clara y estrellada.
Conozco mi suerte, se dijo por fin con pesadumbre. ¡Bien! Estoy dispuesto. Acaba de empezar mi última soledad.
¡Ay, ese mar triste y negro a mis pies! ¡Ay, esa grávida desazón nocturna! ¡Ay, destino y mar! ¡Hacia vosotros tengo ahora que descender!
Me encuentro ante mi montaña más alta y ante mi más larga caminata: por eso tengo primero que descender más bajo de lo que nunca descendí:
- ¡Descender al dolor más de lo que nunca descendí, hasta su más negro oleaje! Así lo quiere mi destino: ¡Bien! Estoy dispuesto.
¿De dónde vienen las montañas más altas?, pregunté en otro tiempo. Entonces aprendí que vienen del mar.
Este testimonio está escrito en sus rocas y en las paredes de sus cumbres. Lo más alto tiene que llegar a su altura desde lo más profundo.”
Friedrich Nietzsche. Así hablo Zaratustra. 1883/1885.
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