CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

lunes, 24 de mayo de 2010

- EL ALPINISMO COMO VIA INTERIOR


EL ALPINISMO COMO VIA INTERIOR
"Alpinismo, algo más que un deporte”


Ya hemos hablado en otras ocasiones del alpinismo como una forma de vida y una manera de ser en contacto con la naturaleza y en contraposición con la vida en las grandes ciudades.
Ahora queremos profundizar un poco más en este tema y no verlo sólo como una evasión de nuestro trabajo diario, sino como una búsqueda de lo desconocido.
Hace poco, y con motivo del fallecimiento del célebre alpinista neozelandés Edmund Hillary, hemos podido ver imágenes en las televisiones de todo el mundo, su gran hazaña de ser la primera persona en conquistar y pisar la cima más alta del mundo: el Everest.
No sabemos si Hillary, en el momento de incorporarse a esta expedición, habría nunca imaginado hasta que punto su nombre iba a quedar grabado en todos los rincones del mundo, e incluso su rostro iba a aparecer en el billete de cinco dólares de su país, aparte de ser condecorado con la máxima distinción británica.
Pero el hecho de dedicar este número de Tierra y Pueblo al montañismo es para dar a entender que el motivo de toda práctica, no es la fama en el mundo, sino el progreso en el camino de la realización del hombre. El sentido de la práctica, no es pues la acción externa, que tan sólo dura un instante, sino el trabajo interno de limpieza y purificación.
Se pueden apreciar las dotes de muchos alpinistas, y la forma en que afrontaban las montañas, pero siempre prescindiendo del éxito obtenido.
A lo largo de nuestras vidas y especialmente para los que practicamos el alpinismo, hay momentos que percibimos algo en nuestro interior, y también en torno a nosotros que pertenece a otra dimensión y que traspasa los límites de nuestra conciencia habitual del “yo” y del “mundo”. En algunas ocasiones podemos descubrir en nuestro interior, una fuerza inmanente, sobrenatural, habitualmente oculta, que supera ampliamente nuestras fuerzas ordinarias y que nos hace capaces de soportar en una medida que ya no podemos comprender; el sufrimiento, el afrontar peligros y llevar a cabo rendimientos fuera de lo común.
Muchos de nosotros hemos experimentado esta fuerza sobrenatural, lo que pasa es que no estamos educados para prestar atención y tomar en serio esos momentos, en los que nos sentimos llenos de una fuerza completamente diferente. Fuerza que nos da ese coraje para seguir adelante. Esa fuerza, ese coraje, emana de la dimensión de la trascendencia en sí.
Generaciones de hombres, lanzados a una vía de riesgo y que no han sabido reconocer y asumir esta fuerza, han sido la causa verdadera y profunda de su fracaso interior.
Y la montaña nos ofrece innumerables ocasiones de percibir esa fuerza inmanente. No se trata de organizar con los camaradas una salida en alta montaña, siguiendo los itinerarios seguros, llenos de gente, y sabiendo que nos espera una cena caliente en un buen refugio, con todas las comodidades para pasar la noche. Eso se puede hacer como mero pasatiempo de fin de semana, pero son salidas o escaladas estériles, la mayoría de los casos con aparatos vía satélite y que sólo sirven para convalidar el éxito del medio técnico empleado. Salidas en las que faltan la soledad, la incógnita y la sorpresa que son los factores a poner a prueba el ingenio. En fin salidas que no merecen ser recordadas en estas líneas. De lo que se trata es de crear ocasiones en las que la dificultad y el riesgo estén presentes como mera prueba a superar por nosotros mismos.
A las montañas pueden subir muchos otros, pero ningún otro podrá invadir jamás las experiencias que son nuestras y que como tales permanecerán.
Un buen compañero de cordada es lo ideal para estas experiencias. Ante todo, un amigo sincero y seguro, capaz de arriesgarse, de tomar decisiones y con una cierta cautela natural, que puedas incluso entenderte con él, sin apenas hablar. Y si esto no siempre es posible, hay que escoger la vía de la soledad, la que muchas veces es la más acertada.
Después de haber realizado multitud de ascensiones, siempre recuerdo estas; las que he realizado en solitario y que aún hoy todavía me asombro de pensar lo que he conseguido sin apenas haber estudiado el recorrido y en la mayoría de los casos con un material escaso para realizar la actividad. Eso sí había algo contra lo que nada puede; aparte de una buena preparación física, pues la montaña no perdona a los ineptos, ante todo una voluntad inquebrantable desde el primer momento desde que uno sale de casa.
Se actúa asumiendo un riesgo pero con claro conocimiento, aceptándolo con total libertad y actuando friamente, en una acción libre sin ningún tipo de factores morales ni sentimentales y más allá de cualquier ideal. De este modo la subida se convierte en una elevación mística.
En fin, no hay que verse en la vida sólo como un alpinista, pues en verdad, las experiencias positivas vividas son apenas unos instantes de un largo camino interior. Pero estos instantes y estas experiencias en las que se manifiesta la fantasía, la pureza de sentimientos y la necesidad de conocimientos, nos tienen que guiar y a fortalecer el espíritu en una sola dirección.
J. J. VILLAPALACIOS

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