CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

jueves, 27 de mayo de 2010

- EL MONTE ANÁLOGO, RENÉ DAUMAL



EL MONTE ANÁLOGO, RENÉ DAUMAL
(Notas que se encontraron entre los papeles de René Daumal)







«Muy alto y muy lejos en el cielo, mucho más allá de los sucesivos círculos que van formando los picos cada vez más elevados y las nieves cada vez más blancas, en medio de un resplandor que resulta insoportable para los ojos humanos, e invisible por el exceso de luz que lo rodea, se yergue la punta última del Monte Análogo. “Allí, en una cima más aguda que la aguja más fina, está aquél que llena el espacio íntegro. Allí, en lo alto, en ese aire sutil donde todo hiela, subsiste únicamente el cristal de la última estabilidad. Allí, en medio del fuego celeste donde todo arde, sólo subsiste el perpetuo incandescente. Ahí, en el centro del todo, está aquel que ve el acaecer de todas las cosas, comienzo y final”. Y esto es lo que allí arriba cantan los montañeses. Así es. “Y dices que así es, pero si hace un poco de frío, tu corazón se vuelve topo; si hace algo de calor, tu cabeza se llena de una nube de moscas; si tienes hambre, tu cuerpo se convierte en un asno que ni agarrotazos marcha, y si estás cansado, se te imponen los pies!”. Y esto también lo cantan los montañeses, mientras escribo, mientras busco la forma de revestir esta historia verdadera para que resulte creíble».


«Una de las leyes del Monte Análogo: para alcanzar su cima hay que ir de refugio en refugio. Pero, antes de partir de cada uno de ellos, existe el deber ineludible de preparar a los seres que habrán de ocupar el lugar que se abandona. Y sólo después de haberlos preparado se puede continuar el ascenso.
En consecuencia, antes de lanzarnos hacia un nuevo refugio hemos tenido que descender, para enseñar nuestros primeros conocimientos a otros buscadores...”»

« Mis primeros contactos con la montaña son recientes. Yo mismo soy un novicio. Sin embargo, un gusto innato por la observación y el esfuerzo simultáneos, y varias otras circunstancias , a menudo me han permitido adquirir en un día la experiencia que a otros les hubiera llevado semanas. Y como estas observaciones son las de un novicio, como son nuevecitas y conciernen a las primeras dificultades con las que se encuentra un principiante, tal vez a éste le resulten más útiles, en sus primeras excursiones, que los tratados escritos por maestros que, sin duda, son más metódicos y completos, pero que únicamente son inteligibles cuando en ellos hay algo, aunque sea un poco, de experiencia previa: toda la ambición dee stas notas es ayudar al novicio a adquirir con mayor rapidez esa experiencia preparatoria».

«El alpinismo es el arte de recorrer las montañas afrontando los mayores peligros con la mayor prudencia.
Y aquí llamamos arte al logro de un saber en una acción».

«Es imposible permanecer por siempre jamás en las cimas, hay que descender... Entonces, ¿de qué sirve? Mira: lo alto conoce lo bajo, pero lo bajo no conoce lo alto. Al subir observa siempre cuidadosamente las dificultades del camino; mientras subes puedes ir viéndolas; al bajar, ya no las verás, pero si has observado bien, sabrás dónde se encuentran.
Al subir, uno ve; al bajar ya no se ve, pero se ha visto. Existe el arte de moverse en las regiones bajas mediante el recuerdo de lo que se vio al estar más arriba. Cuando ya no es posible ver, por lo menos se puede saber».


«Lo interrogué:
pero, ¿qué es eso del “alpinismo análogo”?
-Es el arte...
-y ¿qué es un arte?...
-Valor del peligro: temeridad – suicidio y además insatisfacción.
-¿Qué es peligro?
-¿Qué es prudencia?
-¿Qué es montaña?»



«Muchas clases de voces se hicieron oír aún. Y entre lo que dijeron hubo que elegir. Una habló sobre el hombre que, después de bajar de las cimas, llegó al pie de las montañas, donde la mirada abarca solamente los alrededores inmediatos. “Pero posee el recuerdo de lo que ha visto, lo que podrá servirle de guía. Cuando ya no es posible ver, se puede, sin embargo, saber y se puede atestiguar acerca de lo que se ha visto”. Otra voz hablaba sobre los zapatos y decía que cada clavo, cada “ala de mosca” podríamos decir que se tornan sensibles, como un dedo, que palpa el suelo y se aferra a la más mínima rugosidad, y, sin embargo, no son más que zapatos, no se ha nacido con ellos, y un cuarto de hora de cuidado todos los días basta para conservarlos en buen estado. En cuanto a los pies... con ellos nacemos y con ellos moriremos, por lo menos así lo creemos; pero ¿será realmente así? No hay acaso pies que sobreviven a sus poseedores o que les preceden en la muerte?; a ésa la hice callar, se estaba volviendo escatológica. Otra habló del Olimpo y del Gólgota, otra del poliglobulismo y de las particularidades del metabolismo de los montañeses. Otra, por fin, anunció que “nos equivocábamos al pretender que la alta montaña era pobre en leyendas, y que por lo menos conocía una bastante notable”. Precisó que, en realidad, en esa leyenda, la montaña servía más de decorado que de símbolo, y que la verdadera ubicación del relato era “en la unión de nuestra humanidad con una civilización superior, allí donde se perpetúa una verdad instituida”. Muy intrigado, le supliqué que me relatara la historia. Hela aquí...La escuché y trato de reproducirla con toda la atención y exactitud de que soy capaz, o sea que aquí aparecerá solamente una traducción bastante pálida y aproximada».


«Los zapatos no son como los pies: no se ha nacido con ellos. Por lo tanto, es posible elegirlos. Déjate guiar para esa elección, en primer lugar por gente experimentada, más adelante por tu propia experiencia. Muy pronto, estarás tan acostumbrado a tus zapatos que cada clavo, cada “ala de mosca” será como un dedo tuyo, capaz de tantear la roca y aferrarse; se convertirá en un instrumento sensible y seguro como una parte de ti mismo. Y sin embargo no has nacido con ellos y, cuando se gasten, los tirarás, sin por eso dejar de serlo que eres.
Tu vida depende un poco de tus zapatos: cuídalos como es debido, pero para eso te arreglarás con un cuarto de hora diario, pues tu vida depende además de muchas otros cosas.»


«Un compañero mucho más experimentado que yo me dijo: "Cuando los pies no quieren llevarnos más, se camina con la cabeza". Y es cierto. Tal vez no corresponda al orden natural de las cosas, pero ¿no vale más caminar con la cabeza que pensar con los pies, como sucede a menudo?»


«Si das un resbalón, o tienes una caída de poca gravedad, no te interrumpas ni por un instante: y al levantarte, ve retomando la cadencia de tu andar. Anota bien en la memoria las circunstancias de la caída, pero no permitas que tu cuerpo rumie ese recuerdo. El cuerpo siempre está tratando de hacerse el interesante con temblores, agobios, palpitaciones, chuchos, sudores, calambres, pero es muy poco sensible al desprecio y a la indiferencia que le testimonia su amo. Si siente que éste no se deja engañar por esas jeremiadas, si comprende que con nada conseguirá apiadarlo, entonces retoma su lugar y dócilmente cumple su labor.»


«El momento peligroso. Diferencia entre pánico y presencia de ánimo. El automatismo (amo o esclavo).»


«Ten fija la vista en el sendero que asciende hacia la cima, pero no te olvides de tus pies. El último paso depende del primero. No creas que has llegado por el hecho de ver la cima. Vela por tus pies, asegúrate de tu próxima pisada, aunque sin olvidarte de tu meta más alta. El primer paso depende del último.
Cuando vayas al azar, deja alguna huella de tu paso, ella te guiará al regreso: una piedra colocada sobre otra, algunos pastos aplastados por un bastonazo. Pero si llegas a un lugar infranqueable o peligroso, piensa que la huella que has dejado podría extraviar a los que vengan después. Vuelve entonces sobre tus pasos y borra las huellas. Y esto está dirigido a quienquiera desee dejar huellas de su paso. Aún sin quererlo siempre dejamos huellas. Responde por tus huellas ante tus semejantes.»


«No te detengas nunca sobre una ladera de terreno por desmoronarse. Aún cuando creas tener los pies bien afirmados. Mientras tomas aliento mirando elcielo, la tierra poco a poco va cediendo bajo tus pies, la tierra imperceptiblemente se va desmoronando y de pronto te vas como un barco al que se bota. La montaña acecha constantemente la ocasión de hacerte una zancadilla.»

«Si después de haber bajado y vuelto a subir tres veces por corredores que terminan a pico (cosa que no se ve sino hasta el último momento) las piernas te empiezan a temblar desde la rodilla hasta el tobillo y los dientes se te cierran, llégate primero a alguna pequeña plataforma donde puedas detenerte sin peligro; recuerda entonces todos los insultos que sepas y grítaselos a la montaña, y escúpela, y por fin insúltala de todas las maneras posibles, bébete un trago, cómete un bocado y ponte de nuevo a trepar,tranquila, lentamente, como si delante de ti tuvieras la vida entera para salir de ese mal paso. A la noche, antes de dormirte, cuando lo recuerdes, te darás cuenta de que todo era una comedia: no era a la montaña a quien hablabas, ni fue la montaña la que venciste. La montaña no es sino roca o hielo, sin oídos y sin corazón. Pero esa comedia te ha salvado quizás la vida.»


«Muchas veces también, en momentos difíciles, te sorprenderás hablándole a la montaña, a veces adulándola, otras insultándola o prometiéndoles cosas, o amenazándola, y te parecerá que la montaña te contesta, si es que le has hablado como debías, dulcificándote, sometiéndote. No te desprecies por ello, no te avergüences de comportarte como esos hombres que nuestros sabios denominan primitivos o animistas. Ten en cuenta solamente, cuando más tarde recuerdes esos momentos, que tu diálogo con la naturaleza no era más que la imagen exterior de un diálogo que ocurría interiormente...»


«...los glaciares regenerados.»


«Con un grupo de camaradas, fui a buscar la Montaña que es la vía que une Tierra y Cielo; que debe existir en algún lugar en nuestro planeta, y que debe ser morada de una humanidad superior: eso fue racionalmente comprobado por aquél al que llamábamos Padre Sogol, nuestro mayor en las cosas de la Montaña, y que fue jefe de la expedición.
Y he aquí que hemos abordado al continente desconocido, nudo de sustancias superiores implantado en la corteza terrestre, protegido de la curiosidad y la codicia por la curvatura de su espacio, como una gota de mercurio, debido a la tensión superficial, es impenetrable para el dedo que intenta tocar su centro. Con nuestros cálculos –no pensando sino en eso-con nuestros deseos–abandonando toda esperanza- con nuestros esfuerzos –renunciando a cualquier comodidad- forzamos la entrada a ese mundo nuevo. Así nos parecía. Pero más tarde supimos que, si conseguimos abordar al pie delMonte Análogo, fue porque para nosotros las puertas invisibles de esa región invisible habían sido abiertas por quienes las custodiaban. El gallo que da toques de clarín en el alba lechosa cree que su canto engendra el sol; el niño que grita en un cuarto cerrado cree que sus gritos lograrán que se abra la puerta; pero sol y madre siguen su camino, trazado por las leyes de su ser. Nos abrieron la puerta aquellos que nos ven aún cuando no conseguimos vernos a nosotros mismos, respondiendo con generosa acogida a nuestros
cálculos pueriles, a nuestros deseos inestables, a nuestros esfuerzos limitados y torpes.»

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