CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

sábado, 15 de mayo de 2010

- MEDITACIONES DE LAS CUMBRES, por Francesco Dematté



Julius Evola MEDITACIONES DE LAS CUMBRES
Recensión de Francesco Dematté de la última edición italiana

«No me interesan las cimas, ni las dificultades, ni tampoco los records, sino lo que le sucede al hombre cuando se aproxima a la montaña. Este libro nos da la respuesta»
Reinhold Messner

El libro en cuestión es Meditaciones de las Cumbres de Julius Evola, mientras que Reinhold Messner es el autor de la frase que aparece sobre la portada del volumen. Bastarían estas únicas palabras para hacernos comprender la importancia que el texto evoliano posee tanto para los amantes de la montaña como para los estudiosos y los lectores del gran pensador de la Tradición.
Meditaciones de la Cumbres apareció en 1974 en Edizioni del Tridente, gracias a una feliz intuición de Renato del Ponte, quien, con el consentimiento del autor, reunió en un volumen cierto número de artículos sobre la montaña y el alpinismo escritos por Evola entre 1930 y 1942 y que habían sido publicados en varias revistas de la época.
La idea de del Ponte tuvo un notable éxito de público, testimoniado por las numerosas reediciones en años sucesivos, tanto en Italia como en el extranjero1: recordemos que, rápidamente agotadas las primeras dos, las exigencias, llamémoslas así, del mercado llevaron nada menos que a una edición no autorizada, una edición «pirata» en resumidas cuentas. Esta última, de muy reciente publicación, está incluida en la colección «Obras de Julius Evola» de Edizioni Mediterranee coordinada por Gianfranco de Turris (211 páginas, € 19,50) es nada menos que la quinta edición, ampliada respecto a la cuarta de 1997 con tres nuevos escritos, de modo que el número de textos presentes en la antología es ahora de 22.
No obstante, a nuestro parecer, la novedad más relevante en esta nueva proposición de la compilación evoliana es el ensayo introductivo de Luisa Bonesio, docente de Estética en la Universidad de Pavía, y seguramente conocida por los lectores de las páginas culturales del Secolo d’Italia como la más acreditada estudiosa en Italia del pensamiento de Ernst Jünger. Con su texto, La última cumbre: Evola y las montañas de la Tradición, aporta seguramente una contribución fundamental para la comprensión de la particular y esencial relación que unía al autor de Rebelión contra el mundo moderno con la montaña.
Pero volvamos de nuevo a Messner, quien lejos de ser meramente el autor de la frase citada al inicio puede ofrecernos una vía de acceso para comprender el significado, en absoluto marginal, que los Alpes asumen en el pensamiento y en las experiencias de Julius Evola. De hecho, Renato del Ponte, evidencia en la nota introductoria al volumen que hay que considerar el alpinismo evoliano «elitista [y] muy diferente del exhibicionismo o de los tecnicismos hoy tan de moda, no obstante de muchos arrepentimientos y el reciente consuelo que aportan algunas notables excepciones».
En la edición de 1986 este pasaje era acompañado de una nota a pie de página –desaparecida en la actual versión recientemente publicada– que explicaba que precisamente Reinhold Messner representaba la más luminosa de las excepciones, siendo definido no sólo como «el más grande alpinista viviente», sino también, y sobre todo, «el tipo de alpinista ideal prefigurado por Evola».
Llegados a este punto puede comprenderse muy bien por qué la frase del escalador altoatestino no esté en absoluto fuera de lugar en un contexto como el del libro que estamos tratando, exhortándonos, por el contrario, a interrogarnos sobre el significado que viene ha asumir la experiencia de la montaña en la obra evoliana.
Significado que es del todo espiritual, alejado a kilómetros de distancia de cualquier obsesión de tipo deportivo y de superhombre o, peor todavía, de tipo turístico-masificador. En realidad, caminar por las montañas es para Evola sobre todo liberación, es «una catarsis, un despertar, un renacer en algo de trascendente, de divino».
Afirmación, ésta, en la que resuena un eco del celebre dicho del sabio tibetano Milarepa, para el cual “caminar por las montañas salvajes, es una vía hacia la liberación”: no es casualidad que Evola traduzca y comente en Meditaciones de las Cumbres «El canto de la alegría» al que pertenece esta cita.
Alpinismo, por lo tanto, como vía para la superación de los límites de la condición humana, como «cumplimiento interior» e «íntima transfiguración” en la forma de acción y de contemplación, que devienen «dos elementos inseparables de un todo».
Una ascensión, por consiguiente, que se transforma en ascesis, en ascesis heroica. El alpinismo es expresión de una «voluntad heroica que busca otras salidas más allá del cerco de los intereses prácticos, de las pasiones y de la avidez que día a día se apoderan cada vez más de nosotros». Y, aún más, huída de las bajezas de la cotidianidad, búsqueda del contacto con lo elemental, lo primordial, lo originario, lo no domesticado que se manifiesta y hace presente en las alturas invioladas, en la atormentada pureza los glaciares Alpinos, en la acritud incontaminada de las cordilleras montañosas.
Hacia el lugar donde, precisamente, el hombre diferenciado se reúne con su «naturaleza humana más profunda, que es la misma de las fuerzas elementales de la tierra, cuya poderosa y tranquila pureza reside en las cumbres heladas y brillantes». La experiencia de los Alpes, por tanto, no se reduce para Evola a una mera «contemplación» estético-burguesa con connotaciones románticas – en todo caso algo completamente diferente al sentido heroico de la contemplación– ni, tampoco, a una lucha sobrehumana para la conquista de la montaña. Como bien pone de relieve Luisa Bonesio en el citado ensayo introductivo, en el alpinismo metafísico inspirado en los principios de la Tradición no se trata tanto de «vencer a la montaña, como de hacerlo sobre sí mismo». Y esta victoria sobre nosotros mismos encuentra para Evola su ambiente más adaptado en ese «mundo de la alta montaña que habla directamente a la herencia primordial» del hombre diferenciado, haciendo «emerger lentamente [en él] el sentido de esa libertad más que humana, que no significa evasión, sino que constituye el principio de una fuerza pura» que se realiza en el «lúcido dominio sobre la componente irracional del ser humano».
Las Tierras Altas y las Cumbres que se perfilan en el horizonte como una visión simbólica se presentan por lo tanto siendo un «otro» mundo respecto a las bajezas de la llanura, un mundo en el cual es posible realizar el Si superior incluso por los peligrosos caminos de la Edad Oscura.
Por encima de todo «la castidad de las palabras y de la expresión. La Montaña enseña Silencio. Elimina el hábito de la charlatanería, de la palabra vana, de las inútiles exuberantes efusiones. Simplifica e interioriza».
Después «La disciplina interna, el control completo de los reflejos» dirigidos hacia una «concentración lúcida conforme a dicha acción». Y, finalmente, la alta montaña es lugar propicio para la manifestación de la impersonalidad activa en cuanto «nos habitúa a una acción a la que no importan los espectadores, a un heroísmo que se aparta de la retórica y del gesto».
Evocadora, también, la tácita y luminosa majestuosidad de los Alpes.
Y la máxima evocación de ideas y de símbolos aparece en el artículo que da título a la antología, «Meditaciones de las cumbres», allí donde Evola con extraña eficacia, frente al grandioso espectáculo de cimas y de glaciares que se exhiben a la vista desde el Monte Blanco, es insensiblemente llevado a pensar en la «idea de una superior, inmaterial unidad, del frente invisible de todos aquellos que [...] hoy luchan en toda tierra en una misma batalla, que viven una misma revolución y son los portadores de una misma intangible Tradición [...] Fuerzas aparentemente aisladas y dispersas [...] destinadas a custodiar el ideal absoluto del Imperium y a preparar la llegada, después de que se cierre el ciclo de estos tiempos oscuros».
Las Cumbres hablan, tanto ayer como hoy, a quien sabe entender su lenguaje, sellado por la impronta de la Aeternitas.
1 La primera edición en castellano data de 1978, publicada por Ediciones Nuevo Arte Thor, siendo la traducción de Joaquín Bochaca. La segunda edición se publicó en 2003, por Ediciones Nueva República (N. del T.).

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