CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

jueves, 9 de septiembre de 2010

- RETORNO A LAS MONTAÑAS

RETORNO A LAS MONTAÑAS

El alpinismo es, sin ninguna duda, una posible vía, que puede ayudar a la propia realización de uno mismo, o dicho de otra manera a la afirmación de la propia personalidad.
Lejos de las banales distracciones de cada día, una ascensión alpinística nos enseña que el llevar a la conclusión un cierto compromiso, es una fuente de satisfacción interior, y que la vida puede ser sugestiva aún en los momentos de dificultad.
Es innegable que en el alpinismo, en el caminar por las montañas existe también la búsqueda de un resultado concreto, y el conseguirlo ayuda a formar un concepto positivo de uno mismo. Cada ascensión realizada, es un reconocimiento interior, que hace crecer la confianza en uno mismo, y tal confianza es un fundamento esencial para la construcción de una sólida personalidad.
En la esfera del trabajo vamos perdiendo cada día un poco más el contacto con el resultado final de la actividad que desarrollamos: es normal por lo tanto que no encontremos sentido a la relación creativa entre el trabajo y su producto. Nos sentamos durante horas ante nuestro ordenador, repitiendo automáticamente las mismas cosas, con actos y gestos siempre iguales.
En el alpinismo volvemos a encontrar por el contrario la alegría de una conquista siempre nueva, la plenitud de un esfuerzo total.
Encontramos de nuevo, quizá inconscientemente, el sentido del trabajo creativo, de la prueba superada y de la obra realizada, y tal sensación es por si misma, motivo de felicidad.
El alpinismo no es un añadido más a nuestra vida, más o menos estéril, ni un remedio milagroso a nuestros desequilibrios; este nos indica sin embargo una vía de escape, y es en esto que consiste su contenido educativo, su más valida enseñanza para el hombre de la sociedad moderna.
AVENTURA
El espíritu de aventura está hoy en día considerado como algo de otro tiempo. Hoy están de moda, por el contrario, la droga, el crimen y la falta de compromiso. El hombre siente dentro de si mismo un vacío y sin darse cuenta se precipita hacia el caos. Nos escondemos bajo la ilusión del bienestar social, poniendo nuestra confianza en la eficiencia de las instituciones públicas, en el funcionamiento impecable de las máquinas, en los discursos de intelectuales que hablan y escriben con gran poder de convicción. Y si alguien se atreve a alzarse y desaprueba la pobreza de sus balances, la banalidad de sus cálculos realizados por el propio interés, la extenuante carrera hacia la mera ventaja económica, e invoca un horizonte diferente en los fines que el hombre debería perseguir, acaba siendo el hazmerreír incluso de aquellos por los que el combate.
La aventura no es solamente la búsqueda de emociones, es la satisfacción por alcanzar un ansia mucho más vital. En la seguridad de la sociedad moderna ya no hay lugar para la aventura: quizá sea por este motivo por lo qué la juventud se rebela con vacías protestas y porqué muchos de ellos buscan una vía de fuga en el efímero delirio de la droga y la disolución.
CONOCIMIENTO DE UNO MISMO
La noción del propio límite es una cosa importantísima en el alpinismo, con la finalidad que cada uno aprenda a escoger la empresa que mejor se adapte al propio grado de capacidad técnica y preparación física. Sólo a través de ésta toma de conciencia se podrá conseguir una verdadera satisfacción, y sólo de esta nos podremos sentir orgullosos.
No demasiado fácil ni demasiado difícil: la pereza no merece ser premiada y la temeridad es un mero suicidio.
Una ascensión nos es sugestiva cuando es realizada por primera vez, cuando no estamos seguros de conseguirlo y nos encontramos ante una gran cantidad de incógnitas, y barajando la simple posibilidad de si podremos realizarla o por el contrario no. Y es precisamente toda esta suma de incertezas que se confieren a la hazaña alpinística toda su fascinación y su intrínseco valor.
Nuestras energías podrán extenderse hasta el máximo, pero no podrán eliminar nuestras dudas: la duda es sobre todo si estaremos o no a la altura de poder superar las dificultades que nos esperan.
Tal tensión y tales dudas constituyen la medida de nuestros límites individuales. El querer empujarnos hasta el límite extremo de las propias posibilidades significa quererse exponer deliberadamente a los máximos peligros, significa jugar con la propia vida: el alpinismo comporta seguramente siempre un cierto peligro, no podemos ignorarlo, pero es necesario sentirse en cualquier caso seguros de salir vivos de la actividad que se está realizando.
CONTRA EL MUNDO MODERNO
El alcanzar la satisfacción no deriva del llegar a colmar todos los deseos. En la sociedad moderna del bienestar, mucho jóvenes contemplan como se colman todos sus deseos, y todavía no están satisfechos... Se desea todavía más tiempo libre, todavía más dinero, todavía mayor posibilidad de consumir. Se crean siempre nuevas necesidades artificiales y sin darse cuenta nuestros deseos son dirigidos desde nuestro exterior (memorable una entrevista realizada al presidente de Sony hace algunos años, que ante la pregunta sobre cuales fuesen los nuevos objetivos de la propia empresa respondió: ¡”Estamos proyectando vuestros deseos para el mañana”!) Se desea tener, poseer, esto y aquello, por eso es necesario ganar dinero, queremos dinero... las aspiraciones humanas se reducen, por lo tanto, sólo a esto: la ganancia para alcanzar el bienestar, el bienestar para la alcanzar la comodidad .
Por lo demás el hombre burgués persigue como tendencia el poder gozar de la vida, siempre, cada vez más perezosamente, somnoliento e indolente.
Se considera demasiado sabio como para exponerse a peligros e incomodidades.
El hombre moderno, en la sociedad burguesa, ya no busca la dificultad, nunca ha tenido la tentación de buscarla como experiencia y difícilmente podrá tener todavía la posibilidad de realizarla, porque por todas partes el sistema hace todo lo posible para eliminar toda tentación.
Dificultad para alcanzar la victoria, peligros de superar, miedos, fatigas, esfuerzos de soportar para ponerse a si mismos a prueba o para ir en ayuda de terceros: estas son las cosas que el hombre tiene necesidad, a no ser que busque en todas las maneras de eliminarlas de la propia existencia. Y porque los hombres, los jóvenes sobre todo, tienen necesidad de estas cosas, también necesitan de la montaña.
RETORNO A LA REALIDAD
Sobre las montañas volvemos a encontrar por el contrario el valor de las cosas simples y esenciales, descubrimos el sentido de la obligación dirigido por la VOLUNTAD, el sentido de plenitud de la vida DIFICIL, del vivir PELIGROSAMENTE. Depuestas las ocupaciones del cada día con sus banalidades, caminar por las montañas nos da la posibilidad de sacar de nuevo el significado ancestral, la sustancia genuina de la vida.
No se hará rico el alpinista sobre las montañas, pero aprenderá a estar contento con poco, con lo esencial, lo que vale más que cualquier riqueza, porque contentándose, no estará entre aquellos que se sienten miserables en medio a la abundancia.
La ascensión en montaña nos traslada a una condición humana que en otro tiempo era obvia y natural: la simplicidad y esencialidad de la vida.
El hombre moderno, desde hace siglos, busca liberarse de todas las cosas que le pueden procurar malestar, busca siempre cada vez más comodidad y placer, y parece no poder evitarlo..
Los alpinistas por el contrario, quizá inconscientemente, buscan lo contrario: van a meterse en las dificultades, en los peligros, en las incomodidades y encuentran una gran satisfacción incluso en las cosas más sencillas.
Dormir en la propia tienda zarandeada por el viento, es mejor que una cama blanda después de una jornada en la oficina; un frío trago de agua de manantial de tu propia cantimplora se agradece más que un vaso de preciado vino en el bar de tu ciudad: una comida improvisada cocinada en un camping-gás o con un fuego de leña te deja mejor sabor de boca y lo aprecias con mayor intensidad que la mejor comida en un suntuoso restaurante...
Se descubre de esta manera la facultad de saborear los placeres más intensos precisamente porque conocemos y buscamos su parte opuesta, o sea las mas duras privaciones.
Todo aquello que se escribe y se ha escrito entorno a la montaña y al alpinismo a menudo se dirige a la búsqueda de un por qué... y nos parece poder decir como Kipling: “quien va a las montañas va en busca de su propia madre”, en cuanto “el sentimiento de las cumbres es como la nostalgia de un reino perdido, la llamada intensa e indefinible de una realidad más grande y profunda” (1)... y es efectivamente más allá de la búsqueda de emociones, cansancios, dificultades, y la satistacción por ascender, exista en esta necesidad de evasión y fuga temporal de las ciudades una voluntad de ascesis personal: ir a las montañas no modifica nuestra naturaleza y mucho menos el mundo que nos circunda: modifica sin embargo el vínculo con nosotros mismos y hacia el mundo. Descubrimos el placer del esfuerzo, nos sentimos vivos, conocemos la parte atractiva del peligro y la satisfacción de vencerlo. Aprendemos a estar contentos aún sin dinero, nos sentimos responsables de nuestra vida y de la de otros. Se vive con plena libertad.
El pensamiento no se pierde entorno a pequeños detalles o en cosas insignificantes, sino se extienden hacia el mundo que esta por debajo y dentro de nosotros. Nos damos cuenta de nexos y relaciones que solo es posibles establecer desde las alturas, desde muy alto, donde la imagen del mundo se hace clara y nítida, donde se descubren dimensiones nuevas de la existencia.
La montaña nos procura intuiciones de primera mano, verdaderas, de aquellas que pueden únicamente brotar de la acción y de la experiencia.
No se puede comprar la felicidad, no se puede comprar la alegría de vivir, ni se puede esperar de tener como don la experiencia de la vida: todo esto es necesario ir a conquistarlo en persona y en ningún lugar se puede hacer mejor que sobre las montañas...
Stefano Vitali
(1)Il regno perduto- appunti sul simbolismo tradizionale della montagna coordinado por Edoardo Longo Edizioni di Ar pag. 32

No hay comentarios :

Publicar un comentario