CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

domingo, 25 de septiembre de 2011

- EL SIMBOLISMO DE LA MONTAÑA Y DE LA GRUTA EN EL ARTE MEDIEVAL

Introducción
Son numerosísimas las obras de arte medievales en que encontramos la imagen de la montaña o de la gruta: en las escenas de la Natividad, de la Transfiguración, de milagros de la vida de Cristo, en la iconografía de la crucifixión y de la sepultura del Salvador, en la de diversos santos como María Magdalena, San Jerónimo, San Juan evangelista, en las representaciones de los padres del desierto, etc. La encontramos en imágenes centro-europeas, en los mosaicos bizantinos, en los iconos rusos y griegos, en imágenes coptas, en el arte cristiano medioriental; en decoraciones monumentales y en las miniaturas, en el arte pictórico y en el simbolismo arquitectónico, que en sus estructuras evocaba a menudo el significado de la montaña y de la gruta. Encontraremos, finalmente, el simbolismo de la montaña y de la gruta en los escritos de los padres y de los teólogos medievales, que usaban a menudo estas imágenes para expresar las realidades espirituales.

Simbolismo sagrado
La gruta y la montaña en su sentido simbólico se vinculan estrechamente a los símbolos primordiales de lo sagrado que subyacen a toda otra simbología, los cuales derivan de las experiencias primeras de la percepción humana y de la vivencia teofánica de todos los pueblos, y que han sido analizados por los estudiosos de la fenomenología de las religiones, comenzando por la ya clásica obra de Rudolf Otto sobre lo sacro1. Estos símbolos primeros de lo sagrado -el centro, el círculo, la luz, el número uno como expresión de lo divino, el tres discontinuo expresión de la irrupción teofánica, el número cuatro, alusivo a la creación2, - están presentes en el arte medieval y manifiestan lo esencial del mismo: precisamente su sacralidad. Si hay algo que podemos decir del arte medieval es que se trata de un arte sacro. Íntimamente vinculados a estos primeros conceptos, tenemos los símbolos espaciales, también primarios, en cuanto los encontraremos debajo de toda otra simbología más concreta: la altura y la subida, las profundidades y el descenso o caída, el eje de comunicación entre los mundos míticos3. De esto hemos hablado en anteriores Jornadas. Todos estos símbolos primordiales de lo sacro se plasman, en un segundo momento, en símbolos concretos que pueden ser de dos tipos: cósmicos y tomados de la realidad socio-cultural humana. Dentro de los primeros, vinculados a la naturaleza, encontramos, precisamente, la montaña y la gruta o caverna. Tenemos también dentro de este grupo otros símbolos como el fuego, el agua, el árbol, la tierra, el sol, la luna, etc. Cada uno de estos símbolos cósmicos es expresión a su vez de los símbolos sacros y de los símbolos espaciales ya nombrados. En el caso de la montaña, por ejemplificar con lo que nos ocupa, encontramos en ella la expresión de la verticalidad, de la altura,y de la ascensión hacia el cielo. Dentro del segundo grupo de símbolos que concretan los primordiales, tomados como hemos dicho de la realidad humana, tenemos el simbolismo de la madre, el padre, el hijo, las bodas –y en general el amor humano-, el banquete, la viña, la ciudad, la escalera, la barca, la casa, etc.
De estos numerosos símbolos tomamos hoy, a modo de aproximación a toda esta riquísima temática, el de la gruta y de la montaña. Si bien la simbólica de estas realidades trasciende todo período histórico, en el medioevo el lenguaje de los símbolos tenía una fuerza y universalidad, como sabemos, fundamental, que más tarde se perdió con los rumbos racionalistas que perfiló el pensamiento. Pero, a mi entender, es justamente dicho lenguaje lo que constituye una de las mayores riquezas a la que debemos volver para recuperar la unidad que la división racionalista quebró.

La Montaña
Tanto el símbolo de la altura, como el de la ascensión expresan la tendencia hacia lo alto, es decir, el deseo escrito en el corazón humano de perfección, de crecimiento de búsqueda de la trascendencia. Vinculado a esto encontramos el símbolo de la montaña.4
La montaña ha sido, en muchísimas culturas –antiguas, primitivas en general, y por supuesto en la cultura medieval-, un lugar vinculado a lo sagrado. Existen desde la antigüedad y hasta nuestros días, en muchísimas partes del mundo, las ‘montañas sagradas’. Mircea Eliade en sus numerosos estudios sobre diversas culturas primitivas, se refiere a este tema: nos dice que los Tátaros hablan de la ‘montaña de oro’, en la cual se sienta Bai Ulgän. Tiene siete pisos. Los Mongoles y los Calmucos también hablan de esta montaña, pero según ellos tiene tres o cuatro pisos. El chamán es quien debe escalar estos niveles hasta llegar a la cima, que se halla en la Estrella Polar, en el ombligo del mundo. 5 En las creencias mesopotámicas una montaña central une el Cielo y la Tierra: es el ‘Monte de los Países”. Incluso las torres y los templos sagrados babilónicos atestiguan su identificación con la Montaña Cósmica: ‘monte de la Casa’, ‘Casa del Monte de todas las tierras’, ‘Monte de las tempestades’, ‘Lazo entre el cielo y la tierra’. El templo
Barabudur estaba construido con la forma de una montaña. El monte Gerezim, que está en el centro de Palestina, es llamado el ‘ombligo de la tierra’ en el libro de los Jueces6.
Numerosos montes santos son venerados hasta el día de hoy como tales: el monte Sinai, venerado por judíos, cristianos y musulmanes: el monte Tabor en Palestina, el monte Athos en Grecia, el cerro del Tepeyac en Méjico, son algunos ejemplos. Para los cristianos el Gólgota es la montaña que se encuentra en el centro del mundo, y a la vez el lugar en que la tradición recuerda la memoria de Adán.
Podemos preguntarnos por qué el hombre ha encontrado siempre esta vinculación de la altura con su religiosidad, con la experiencia teofánica. La misma forma de la montaña está expresando su relación con la ascensión, con la cercanía del cielo, con las alturas. Además, la soledad de la cima de la montaña es un lugar privilegiado en que el hombre se siente más cerca de Dios. La montaña es símbolo de esa tensión de la tierra hacia el cielo. Altura, elevación, ascensión, pasaje y ruptura de nivel, luz y proximidad del cielo: todo esto es inmediatamente evocado por la simple forma de la montaña. Bachelard señala además que la fascinación de la montaña, el atractivo irresistible a subir, tiene su fundamento en el simbolismo primordial del estadio erecto.7 La montaña expresa el deseo humano de crecimiento, de alcanzar las alturas, de librarse de las ataduras de los límites de la tierra y en el símbolo de la ascensión al cielo se encuentra la expresión del deseo humano de lo grande, de lo sublime, de lo absoluto. La montaña, situada entre tierra y cielo, es justamente el símbolo de este deseo de ascensión inscrito en el interior del hombre.
Los monasterios en oriente y occidente a menudo se encuentran sobre la cima de una montaña. En las culturas antiguas, en las culturas andinas, en las culturas orientales, por doquier encontramos el simbolismo de la montaña.
Se puede vislumbrar en los ejemplos citados la vinculación entre el simbolismo de la montaña y el del centro, y es fácil ver también su relación con los símbolos de la altura, de la ascensión, del eje.
La montaña está íntimamente vinculada a la idea de la teofanía. Nos dice Mateos: “En ‘el monte’ se realizan acciones de gran significado, que están en conexión con la esfera divina.”8 El lugar central que ocupa el Monte Sinaí en la vida del pueblo elegido queda patente a lo largo del libro del Éxodo. Es allí donde Moisés recibe la Alianza, donde el pueblo recibe su ley y su culto. Lugar de la teofanía por excelencia, será un punto de referencia continuo para los israelitas.
Como continuación del simbolismo sinaítico, el Monte Sión se constituye en el cumplimiento de la
promesa de la tierra esperada, hacia la que caminó el pueblo por el desierto durante cuarenta años. Jerusalén, la ciudad santa, situada sobre este Monte sagrado, es el lugar donde Yahvé se hace presente, donde se erige el templo según las órdenes divinas.
Nos dice Mateos: “Tanto en la cultura judía como en las paganas circundantes se consideraban ciertos montes como lugares donde habitaba o se comunicaba la divinidad. Así, entre los judíos, el monte Sión era el lugar del templo, supuesto punto de contacto de Dios con el pueblo; las revelaciones de Dios a moisés (Ex 13, 3, etc.) y a éste con los ancianos (Ex 24, 9.11) tuvieron lugar en el monte Sinaí. De ahí que el ‘monte’ adquiriera un significado teológico. También los cultos paganos se practicaban en montes o alturas, como consta por las denuncias de los profetas.
En el Antiguo Testamento, ‘el monte’, o ‘la montaña’ dan el sentido de la proximidad de Dios y son el lugar que Dios elige para manifestarse o desde donde despliega su actividad. En la misma línea, cuando los evangelistas mencionan ‘el monte’ determinado, pero sin nombre ni localización precisa, no pretenden hablar tanto de un monte real cuanto del lugar de la presencia y acción divinas.”9 Si analizamos los Evangelios, encontramos que los grandes momentos de Cristo están vinculadas a la montaña: el monte de las bienaventuranzas, el monte Tabor, el monte Calvario, el monte de la Ascensión.10 Nos dice A. Bernard en su libro Teologia simbolica: “Las etapas de la vida de Cristo pueden ser ritmadas por ascensiones. La primera ascensión conduce a la colina de las bienaventuranzas11, donde enseña el maestro de la sabiduría, cuya gloria interior se manifestará especialmente en la transfiguración sobre el monte Tabor12; la segunda, más dramática, se cumple sobre el Calvario; la tercera, finalmente, en el monte de los Olivos, testimonia el triunfo de Jesús: él asciende al Cielo justamente en al lugar donde fue aplastado durante su agonía13; y de ahí partirán los hombres de Galilea para cumplir su misión universal”14. A éstos hay que agregar el el monte de la tentación15, la montaña del milagro de la multiplicación de los panes16, la montaña del Gólgota17, y finalmente, la montaña escatológica del Paraíso a la que se refiere el Apocalipsis.18 En última instancia, para el cristianismo, la montaña santa que lleva a cumplimiento todo monte santo es Cristo mismo.

La gruta
La gruta tiene una estrecha relación con la montaña, en cuanto ambas son tomadas como símbolos de un centro espiritual. De hecho, la caverna está situada en el interior de la montaña. El sentido simbólico de la gruta tiene una doble valencia: es el lugar de los laberintos y de la oscuridad, pero al mismo tiempo es el lugar que esconde, detrás de dichos laberintos, la luz del tesoro escondido. La gruta está cercana a las entrañas de la tierra, y en ese sentido, es lugar de muerte, de sepultura. Es un lugar del que puede salir el monstruo que amenaza o destruye. Pero al mismo tiempo es lugar de nacimiento, donde los animales van a dar a luz refugiados de la intemperie del aire abierto, en la intimidad de la soledad, bajo el amparo de la roca. Así la doble valencia de la gruta expresa el renacer.
Su simbolismo ya estaba presente en la Antigüedad, como lo atestigua el mito platónico de la caverna, y permanecerá vivo en las escuelas filosóficas neoplatónicas19. Encontramos abundantes referencias a la gruta en la Escritura: ésta aparece en las teofanías veterotestamentarias, como es el caso de Moisés que ve a Dios de espaldas estando en la hendidura de la roca (Ex 33, 19-23). El Cantar de los Cantares habla de las grutas en vinculación al simbolismo esponsal, tan comentado a lo largo de los siglos por los padres de la Iglesia. En el libro de los salmos encontramos también con muchísima frencuencia este simbolismo. La gruta también está presente en numerosos pasajes de la vida de los profetas, como en el caso de Elías, junto al Horeb, que asiste a la teofanía divina al ingreso en la caverna (1 Re 19, 9, 18).
El símbolo de la gruta servirá especialmente a los cristianos para expresar la encarnación y la redención.20 La gruta del nacimiento de Cristo de la que habla la tradición es una imagen privilegiada para expresar el descender de Dios a las entrañas de la tierra, a las oscuridades del hombre. Nace en una gruta y nace de noche, con lo cual se quiere simbolizar que al venir a la oscuridad del hombre, trae la luz divina.21 Y es en una gruta (roca, gruta, sepulcro, grieta, todo tienela misma simbología) que Cristo es enterrado y donde resucita. Por último, en una gruta inició Cristo a sus apóstoles antes de su ascensión al cielo. Nos dice M. G. Muzj: “Tres son los significados generales de la gruta presentes en todas las religiones: gruta del nacimiento, de la muerte-resurrección y de la iniciación.”22 Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica hablaba de las tres grutas místicas que veneraban los cristianos y sobre las cuales el emperador Constantino erigió grandes edificios. Junto a estas grutas podemos recordar también aquella en que Cristo oraba de noche23, la gruta de la sepultura24, la gruta de la iniciación25.
También es elocuente el hecho de que encontremos siempre la gruta vinculada a los santos monjes y fundadores: vemos que ellos se alejaron muchas veces de los hombres retirándose a la gruta –en el seno de una montaña- a orar: así San Jerónimo, Santa María Magdalena, San Benito, San Francisco, más tarde San Ignacio, por dar algunos ejemplos.
Así montaña y gruta se complementan y han servido a la simbología cristiana para expresar el misterio de la encarnación –como un descenso divino del cielo a las entrañas de la tierra- y el misterio de la redención –como un retorno ascendente de toda la Creación, en Cristo, hacia el Padre-, así como el itinerario ascético y místico del alma, de renacimiento y peregrinación ascendente26. Esto es lo que vemos plasmado en tantas representaciones del nacimiento y en las
Anástasis de los íconos orientales, pero que se extiende a tantas otras obras en las que esta valencia de renacimiento y de resurrección están presentes.

Análisis de obras de arte a la luz de algunos textos
Imágenes de la Natividad. Icono de la escuela de Rublëv del siglo XV. Galería Tret’jakov, Moscú;
Natividad, Duccio, National Gallery of Art, Washington; Natividad, Giotto, Capella degli scrovegni, Padua.
Tomemos estas tres Natividades y leámoslas a la luz de algunos textos antiguos y medievales.
-Veamos primero la narración de la presencia de la gruta en la tradición apócrifa: “María dijo a José: ‘Bájame, porque el fruto de mis entrañas pugna por venir a luz’. Y le ayudó a apearse del asna, diciéndole: ‘¿Dónde podría yo llevarte para resguardar tu pudor?, porque estamos al descampado’. Y, encontrando una gruta, la introdujo dentro, y, habiendo dejado con ella a sus hijos, se fue a buscar una partera hebrea en la región de Belén… Al llegar al lugar de la gruta se pararon y he aquí que ésta estaba sombreada por una nube luminosa. Y exclámó la partera: ‘mi alma ha sido engrandecida hoy, porque han visto mis ojos cosas increíbles, pues ha nacido la salvación para Israel’. De repente, la nube empezó a retirarse de la gruta y brilló dentro una luz tan grande, que nuestros ojos no podían resistirla. Esta por un momento comenzó a disminuir hasta tanto que apareció el niño y vino a tomar el pecho de su madre, María”.27
-Vemos en la siguiente frase de San Ireneo el simbolismo espacial de ascenso y descenso que expresa la encarnación y redención: “Por esta razón, el mismo Señor nos dio una señal… en las profundidades y arriba en las alturas (Is 7, 14-11) sin que nadie la hubiese pedido. Nadie podía esperar que una virgen pudiese quedar encinta, y parir a un hijo, y que el fruto de este parto fuese Dios con nosotros, que descendía a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja que había perecido, que era la obra que él mismo había modelado, y que subía luego a las alturas para
presentar y recomendar al Padre al hombre que había sido reencontrado, obrando en sí mismo las primicias de la resurrección del hombre…”28
-En la liturgia oriental vemos presente la vinculación del simbolismo de la gruta con la maternidad de María: “¿Qué te ofreceremos, oh Cristo? Tú por nosotros te has hecho presente, hombre, sobre la tierra! Cada una de las creaturas hechas por Ti te ofrece la acción de gracias: los ángeles, el himno, los cielos, la estrella, los magos, los dones, los pastores, el estupor, la tierra, la gruta, el desierto, el pesebre: nosotros te ofrecemos la Madre Virgen.”29
- En San Proclo de Constantinopla vemos la analogía entre gruta y altar: “La solemnidad eclesial,
pues, nos ha hecho a todos partícipes de los beneficios que provienen del intercambio de dones que nos ofrece el Salvador. Ahora, en efecto, se intercambian dones terrestres y celestiales, se realiza un nacimiento sin semilla humana y se da el caso de una madre sin previas nupcias. La Virgen es un cielo. El seno de la Virgen queda convertido en templo de Dios, la gruta se transforma en altar, el pesebre en trono del Rey celestial…”30
-La gruta es el símbolo de la tierra, a donde Dios desciende por la encarnación: “La Virgen hoy pare a Aquél que es soprasustancial y la tierra ofrece al inaccesible la gruta.”31
-Lo escondido de la gruta se presenta paradojal con la grandeza y gloria divina que se manifiesta en el secreto: “Has nacido escondido en una gruta, pero los cielos te han anunciado a todos, usando como voz a la estrella, oh Salvador ”32
-La Liturgia nos muestra nuevamente la paradoja de la grandeza divina hecha presente en el
escondimiento de una gruta: “Los reyes magos de Persia, conociendo claramente el nacimiento del rey celestial sobre la tierra, atraidos por una estrella resplandeciente, llegaron a Belén llevando dones selectos, oro, incienso y mirra, y postrándose a sus pies lo adoraron, porque vieron a Aquél que existe más allá del tiempo, yacer hecho niño en una gruta.”33
“Venid, fieles, vayamos a ver dónde ha nacido Cristo, sigamos junto a los magos, rey de oriente, la dirección que indica la estrella. Allá los ángeles incesantemente anuncian, los pastores velan en el campo, elevando el digno cántico: ‘Gloria en lo más alto de los cielos’, a Aquél que hoy en una
gruta ha nacido de la Virgen y Madre de Dios, en Belén de Judea.”34
-“El cielo te ha llevado las primicias de los pueblos, a ti, Niño que yaces en un pesebre, llamando a los magos por medio de una estrella: y ellos quedaron admirados no a la vista de cetros o tronos, sino de la pobreza extrema, en efecto, ¿qué hay más miserable que una gruta? Es allí que
resplandecía la riqueza de tu divinidad. Señor, gloria a Ti.”35 También encontramos la vinculación con el simbolismo de la montaña en los siguientes textos litúrgicos:
-“Sus fundamentos están sobre los montes altos. Ama el Señor las puertas de Sión más que todas las tiendas de Jacob.”36
-“Como niño recién nacido ha salido el Verbo de la montaña de la Virgen para rescatar a los
pueblos”37

Imágenes de la transfiguración
Icono de la Transfiguración, escuela de Teófano el Griego, 1402c, Galería Tret’jakov, Moscú; La transfiguración, Duccio, Museo dell'Opera del Duomo, Siena.
La Montaña de la transfiguración que vemos en tantas obras de arte está también presente en la reflexión simbólica. Veamos a continuación algunos textos de Anastasio Sinaita, donde su simbolismo se presenta con elocuencia:
-“Esta montaña es la zona de los misterios, el lugar de las realidades inefables, la roca de los secretos escondidos y el vértice del cielo. (…) Hoy sobre el monte Tabor él ha renovado y transformado la imagen de la belleza terrena en aquella de la belleza celestial, por esto repetiré como justo y natural: ¡Qué temible es este lugar, nada mos que la morada de Dios y la puerta del cielo! (…) Hoy sobre el monte Tabor ha aparecido misteriosamente la condición de la vida futura y del Reino de alegría (…) Hoy sobre el monte Tabor se ha bosquejado ante nuestros ojos el misterio de la cruz que vivifica a través de la muerte; como fue crucificado entre dos hombres sobre el monte del Cráneo, así aparece divinamente entre Moisés y Elías. Y la fiesta de hoy revela este otro Sinaí, montaña tanto más preciosa por sus maravillas y sus eventos, la cual supera las visiones divinas y oscuras del Sinaí con sus correspondientes teofanías.”38
-“Montañas del Jordán, montañas del Hermón, montañas de Grecia y del Olimpo, montañas de
Gebal, montañas del Armón, montañas del Epiro, montaña de Galaad, montaña de Sión, monte del Gólgota y monte de los Olivos, canten un himno y alégrense, canten a Cristo a una sola voz sobre el monte Tabor y celébrenlo todas juntas diciendo: ‘Alégrate, Creador de todas las cosas, Cristo Rey, Hijo divino resplandeciente de luz, que has transfigurado a tu imagen toda la creación y la has recreado de un modo todavía mejor. Alégrate, María, montaña que superas toda otra realidad en santidad y que estás habitada por Dios, que has formado a Cristo en la carne pero no lo has transfigurado; María, habitante de Nazaret, pero Virgen-Madre de Dios. Alégrate, santa Nazaret, santuario santísimo de Dios, antigua metrópoli que superas a todas las ciudades. Alégrate, imagen del Reino celestial, santísimo monte Tabor, que superas en belleza a todas las montañas…”39
Veamos un texto de Orígenes sobre el tema:
-“Creo que justamente por esto Jesús, cuando se transfiguró, no se detuvo en algún lugar plano o en algún valle, sino que subió sobre el monte y allí se transfiguró, a fin de que tú sepas que El se manifiesta siempre sobre montes y sobre colinas y comprendas que en ningún otro lugar lo debes buscar si no en los montes de la Ley y de los profetas.”40
Distintos textos litúrgicos realzan también el simbolismo del monte:
-“Tanto sobre el monte de la Ley como sobre el Tabor, te has mostrado a Moisés: pero en otro tiempo, en la oscuridad, ahora en cambio, en la luz inaccesible de la divinidad.”41
-“Corramos junto a Pedro y a los hijos del Zebedeo, y junto a ellos alcancemos el Tabor para ver con ellos la gloria de nuestro Dios.”42

Imágenes de los santos en la gruta
En los escritos encontramos también presente el simbolismo de la gruta y la montaña vinculado al sentido moral, como lo vemos en los siguientes pasajes:
-“Cada uno que cree en Dios con plena fe puede ser llamado monte o colina, por la excelencia de la vida y la profundidad de la inteligencia. Incluso si en un tiempo ha sido valle, puesto que en él
Cristo ha crecido en edad, sabiduría y gracia, todo valle será colmado.”43
-“En cuanto al hecho de que todos los santos son llamados montes, encontrarás a propósito muchos pasajes de la Escritura, come se dice en los salmos: ‘Sus fundamentos sobre los montes santos’, también: ‘He levantado mis ojos sobre los montes, de dónde me vendrá el auxilio (Sal 120 (121), 1).
Origenes, Commento al Cantico dei Cantici, trad., intr. E note a cura di M. Simonetti, Roma, 1976;
III, 2, 8, 226
-“El monte santo que es escalado es el del conocimiento inefable de Dios. Ascenderlo, bajo la guía de Cristo, significa, por tanto, negarse a uno mismo y conducir el espíritu hacia los grados más altos de la vitud”44
En la Virgen Madre culmina -por haberse cumplido plenamente- el sentido moral del simbolismo de la montaña y de la gruta, como lo vemos expresado en los siguientes ejemplos:
-“Alégrate, oh fuente de luz, que iluminas a todo hombre. Alégrate, oh aurora del sol que no conoce ocaso. Alégrate, depósito de la vida. Alégrate, jardín del Padre. Alégrate, prado del que emana toda
fragancia del Espíritu. Alégrate, raíz de todos los bienes, perla que supera todo valor. Alégrate, oh vida cargada de bellos racimos. Alégrate, oh nube de aquella lluvia que proporciona bebida a todas las almas de los santos. Alégrate, pozo del agua siempre viva. Alégrate, oh arbusto ardiente de fuego espiritual y que, sin embargo, no se consume. Alégrate, oh puerta sellada que se abre sólopara el rey. Alégrate, oh monte del que, sin obra de manos, se desprende la piedra angular.”45
-“Yo te acogí como la montaña del Sinaí y no quedé abrasada con tu ardiente fuego, pues tú ocultaste este fuego a fin de que no causase daño y así no me quemó tu llama, que los serafines son incapaces de mirar”46
-“Con el nombre de este monte –monte Sión y monte Horeb, a los que se hace referencia en el libro de los Reyes- se puede designar a la bienaventurada siempre virgen María Madre de Dios. Monte, sí, porque con la dignidad de su elección ha superado completamente las alturas de toda creatura elegida. María es monte sublime, pues para llegar a la concepción del Verbo eterno, se han elevado sus méritos por encima de los coros angélicos, hasta llegar a las cumbres de la divinidad. Isaías, vaticinando la excelsa dignidad de este monte, dice: Al final de los tiempos el monte del templo del Señor se elevará sobre la cima de los montes (Is 2,2). El monte se ha elevado sobre la cima de los montes, porque la excelsitud de María ha resplandecido por encima de todos los santos. Así como el monte designa la altura, el templo significa la morada. El efecto, es llamada monte y templo aquella que, refulgente por incomparables méritos, preparó para el Unigénito de Dios un santo seno para que en él se alojara.”47
-“El monte sombreado que a un tiempo Ababuc vio y preanunció, entrando en los penetrales del
templo, está todo florecido de virtud y ha recubierto con su sombra los confines de la tierra”48

Conclusión
Los textos citados, a manera de brevísima antología, así como las imágenes analizadas, nos acercan a la riqueza de estos símbolos naturales, que trascienden con su fuerza las fronteras del medioevo y llegan, a través de los canales del arte y del pensamiento, hasta nuestros días, hablando con más elocuencia, si se quiere, a los oidos del hombre contemporáneo, en la medida en que el hambre de misterio y de trascendencia se hace sentir en un mundo como el que vivimos.
La fuerza simbólica que en el primer milenio era el lenguaje común es una herencia que descubrimos plasmada en tantísimas obras del renacimiento, del barroco, e incluso posteriores, donde se conservaron las imágenes, aunque lamentablemente muchas veces fueron perdiendo la elocuencia y universalidad en su simbolismo. El racionalismo creciente comenzó poco a poco a divorciar la verdad del símbolo, y esto llevó a caminos opuestos difíciles de recontruir. Hoy es esencial volver a recuperar la fuerza de este lenguaje, volver a aprender a leer y hablar en este idioma, el de los símbolos, sin separarlos de los conceptos, sino buscando la unión que el racionalismo quiso cortar para siempre. Es esencial, para que la fuerza que tiene la verdad cuando es manifestada a través del lenguaje simbólico pueda ser algo no sólo de unos pocos iniciados, sino patrimonio de todos.

Notas
1 Otto, R., Das Heilige, 1917.
2 Cfr. Eliade, M., Il sacro e il profano, Ed. Bollati Boringhieri, trad. de E. Fadini, Roma, 1984
3 Cfr. Bernard, A., Teologia simbolica, Ed. M.G.Muzj, Roma, 1984, en donde el autor analiza detalladamente todos estos conceptos simbólicos.
4 “En la búsqueda de una interpretación, se perfila sin duda en primer lugar sobre el fondo, el simbolismo general del monte: el monte como lugar de la subida, no sólo externa, sino sobre todo interior; el monte como liberación del peso de la vida cotidiana, como un respirar en el aire puro de la creación; el monte que permite contemplar la inmensidad de la creación y su belleza; el monte que me da altura interior y me hace intuir al Creador.” Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Ed. Planeta, Buenos Aires, 2007, p. 360
5 Cfr. Mircea Eliade, El chamanismo, Fondo de cultura Económica, México-Bs.As., 1960, p. 213ss. “Esta es la montaña cósmica que el futuro chamán escala en sueños durante su enfermedad iniciática y que visita, más tarde, en sus viajes extáticos.”, p. 215
6 Jueces, IX, 37
7 “Justamente en el viaje hacia lo alto, el lanzarse vital se revela como el lanzamiento humanizante.” G. Bachelard, L’air et les songes: essai sur l’imagination du mouvement, José Corti, Parigi 1943, p. 18 (citato in J. Naud, Structure et sens du symbole. L’imaginaire chez Gaston Bachelard, Desclée-Bellarmin, Tournai-Montréal 1971, p. 73).
8 J. Mateos, F. Camacho, Evangelio, figuras y símbolos, Ed. El Almendro, Córdoba, 1999, p 61
9 J. Mateos, F. Camacho, Evangelio, figuras y símbolos, Ed. El Almendro, Córdoba, 1999, p. 60
10 “El monte, figura terrena, cuando está en relación con Jesús, denota la esfera divina en contacto con la historia humana. Se descubre a menudo la oposición a los dos montes peculiares del judaísmo: el monte Sión, lugar del templo, y el monte Sinaí, lugar de la promulgación de la Ley de la constitución del pueblo.” J. Mateos, F. Camacho, Evangelio,
figuras y símbolos, Ed. El Almendro, Córdoba, 1999, p 60-61
11 “Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo…” Mt 5, 1-2
12 “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz” Mt 17, 1-2
13 Cfr. Mc 14, 32
14 A. Bernard, Teologia simbolica, Ed. M. G Muzj, Roma, 1984, p. 382. “Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él.”. Mt 28, 16-17
15 “El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: ‘Te daré todo esto, si te postras para adorarme’” Mt 4, 8,9
16 “Jesús tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y lo dio a los discípulos… Todos comieron hasta saciarse…” Mt 15,35-37
17 El libro de Henoc, del siglo I, habla de tres montañas en Jerusalén: la montaña santa sobre la que está construido el Templo, una montaña más alta, al este: el monte de los olivos, y una más baja, al oeste: el Calvario.
18 “Después tuve la siguiente visión: había una puerta abierta en el cielo. Vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte Sion. Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad Santa.” Ap. 4,1; 14,1; 21,10. Y leemos en el Profeta Isaías: “Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán; ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas.” Is. 2, 2-3
19 “La caverna en Platón, como el antro en Empédocles, significan, según creo, nuestro mundo, en el cual el camino hacia la inteligencia es para el alma la liberación de sus ataduras y la ascensión fuera de la caverna.”. Plotino, Enéada IV, 8, 1.
20 “La gruta tiene significados diversos, si bien están conectados. Ya los antiguos filósofos consideraban nuestro mundo sensible una gruta. Gregorio Niseno recurre al símbolo de la caverna para expresar el misterio de la Encarnación. Cristo, queriendo elevar espiritualmente a sus discípulos y disponerlos a la separación del mundo material, devela el misterio de su Encarnación. Mientras descienden, una vez más en la gruta, es el retorno al mundo sensible después de la experiencia de la visión divina.” G. Passarelli, Icone dele dodici grandi feste bizantine, Jaca Book, Milano, 2000, p. 263
21 Así lo expresa un autor que dedica un denso artículo al tema de la gruta sagrada en el cristianismo antiguo: “El Hijo, que viene del cielo, nace en las profundidades de la tierra, el Altísimo se hace presente en lo ínfimo, la luz del Cielo en las tinieblas de la gruta.”, E. Benz, Die heilige Höle in der alten Christenheit und in der östlichen Kirche, en Erano Jahrbuch, XXII (1953) 365-432
22 M. G. Muzj, El simbolismo cristiano, p. 12
23 “Una vez que despidió a la multitud subió a un monte apartado para orar y llegada la noche estaba allí solo.” Mt 14,
23. El Evangelio habla de un monte. En las cercanía de Galilea se venera la gruta -en la montaña- en que Cristo se retiraba a orar.
24 “Un varón de nombre José, hombre bueno y justo… se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús; y bajándole, le envolvió en una sábana y le depositó en un monumento cavado en la roca, donde ninguno había sido aún sepultado.” Lc 23, 50-53
25 En el monte de los Olivos se venera aún la gruta en la que la tradición cuenta que Jesús se reunía con los apóstoles luego de su resurrección y antes de su ascensión. “Escogiendo en esta región tres lugares que tenían el honor de poseer tres grutas místicas, él (Constantino) los embelleció con ricas construcciones, asignando a la gruta de la primera aparición de Dios la veneración que se le debía; honrando en la otra, en la cima del monte, la memoria de la última Ascensión, y exaltando en la gruta del medio la victoria con la cual el Salvador coronó toda su batalla. El emperador embelleció todos estos lugares, haciendo resplandecer por todas partes el símbolo de la salvación”. Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino, III, 41.
26 “Aquel que descendió sobre la tierra de modo sólo al El conocido, y que subió de nuevo como El sabe, invitó a aquellos que había amado a ir hacia un monte elevado y condujo a cuantos había reunido a fin de que, elevados el alma y los sentidos, ellos olvidaran todas las cosas terrenas.” Romano el melode, Inni, a cura di G. Gharib, Roma, 1981, LIII,2, 469
27 Los Evangelios Apócrifos, Trad. De A. Santos Otero, BAC 148, Madrid 1991, págs. 158-159 / 161-162.
28 San Ireneo, Adversus Haereses, III, 19, 3, trad. De José Vives en Los Padres de la Iglesia, Herder, Barcelona, 1971, p. 143.
29 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor, tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 1155
30 San Proclo de Cosntantinopla –s.V- Homilía XXIII sobre la Encarnación, tomado de G. Pons, Textos marianos de los primeros siglos, Ciudad Nueva, Madrid, 1994, p. 144
31 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 1167
32 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, Tratti da: Anthologion, Lipa, Roma, 1999, vol. 4, p 1156. Las traducciones del italiano son mías.
33 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 1159
34 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 1161
35 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 1164
36 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 1156
37 Liturgia bizantina, fiesta de la Natividad del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 1165
38 Anastasio Sinaíta (s. VIII), “Homélie inédite d’Anasthase le Dinaite sur la Transfiguration”, en Joie de la Transfiguration d’aprés les Péres d’Orient, col. Spiritualité orientale, n. 39, Bellefontaine, 1985, (153-154) (traducción de la Muzj en su texto dictado para los monjes benedictinos)
39 Homélie inédite d’Anasthase le Sinaite sur la Transfiguration, en Joie de la Transfiguration d’apres les Peres d’Orient, col. Spiritualité orientale, n. 39, Bellefontaine, 1985, pp. 163-164
40 Orígenes, Commento al Cantico dei Cantici, trad., intr. E note a cura di M. Simonetti, Roma, 1976, III, 2, 8, 225
41 Liturgia bizantina, fiesta de la Transfiguración del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 864
42 Liturgia bizantina, fiesta de la Transfiguración del Señor. Tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 864
43 Orígenes, Commento al Cantico dei Cantici, trad., intr. E note a cura di M. Simonetti, Roma, 1976, III, 2, 8, 225.
44 Gregoire de Nysse, La vie de Moïse au Traité de la perfection en matiére de vertu, intr., texte crit. Et trad. De J. Daniélou (Sources Chrétiennes, 1 ter), Paris, 1968; 207 (II, 158), 203 (II, 152)
45 Crísipo de Jerusalén –s V-, Homilía sobre la Madre de Dios, PO 19, 336, tomado de Textos marianos de los primeros siglos, Ciudad Nueva, Madrid, 1994, p. 166
46 San Efrén –sIV-, tomado de Textos marianos de los primeros siglos, Ciudad Nueva, Madrid, 1994, p. 54
47 San Gregorio Magno, Comentario al priemer libro de los Reyes, 1, 5: PL 79, 25; tomado de Textos marianos de los primeros siglos, Ciudad Nueva, Madrid, 1994, p. 230
48 Liturgia bizantina, fiesta del ingreso al Templo de la Santísima Madre de Dios, tomado de Feste di Cristo Signore e della Vergine Madre di Dios, testi dell’ufficiatura bizantina, p. 936

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