El salvador Indestructible (fragmento)
por Florentine Rost van Tonningen
Mi padre amaba las montañas y amaba el montañismo. Cuando yo tenía 6 años tuve permiso para acompañarle. Yo era su hija favorita. Muchas subidas eran difíciles y peligrosas, pero en cuanto alcanzábamos la cima, permaneciamos allí sin respiración contemplando el maravilloso paisaje. Mi padre, acalorado por la escalada, se ponía con rapidez un jersey de lana y se aseguraba que yo tampoco me helara con aquel gélido frío de la cumbre. Entonces, mirábamos silenciosamente hacia el Norte, al maravilloso Norte, y una sensación de plenitud nos indundaba; y en silencio, sin hablar, sabíamos que ése era "nuestro paraíso".
Ahora estoy en mis 70 años. Mi padre se fue hace mucho tiempo. Pero mi percepción de esos maravillosos momentos ha permanecido igual que en mi juventud, como cuando ambos buscábamos el secreto de la revelación: El secreto de los Alpes, del Caucaso, de los Himalayas; la Senda del Sol de Nuestra Sangre.
por Florentine Rost van Tonningen
Mi padre amaba las montañas y amaba el montañismo. Cuando yo tenía 6 años tuve permiso para acompañarle. Yo era su hija favorita. Muchas subidas eran difíciles y peligrosas, pero en cuanto alcanzábamos la cima, permaneciamos allí sin respiración contemplando el maravilloso paisaje. Mi padre, acalorado por la escalada, se ponía con rapidez un jersey de lana y se aseguraba que yo tampoco me helara con aquel gélido frío de la cumbre. Entonces, mirábamos silenciosamente hacia el Norte, al maravilloso Norte, y una sensación de plenitud nos indundaba; y en silencio, sin hablar, sabíamos que ése era "nuestro paraíso".
Ahora estoy en mis 70 años. Mi padre se fue hace mucho tiempo. Pero mi percepción de esos maravillosos momentos ha permanecido igual que en mi juventud, como cuando ambos buscábamos el secreto de la revelación: El secreto de los Alpes, del Caucaso, de los Himalayas; la Senda del Sol de Nuestra Sangre.
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