La montaña, es un deporte y como tal una actividad fisica inspirada en muy diversos aspectos, en el que tienen cabida muchos ejercicios, algunos de los cuales no son meramente físicos.
El montañismo o alpinismo se refiere a la montaña como el más extraordinario monumento de la Tierra. Es en las montañas en donde se encuentran los parajes que más pueden impresionar a los seres vivos. Algunas especialmente altas encierran grandes precipicios verticales, glaciares llenos de reminiscencias del remoto pasado glacial, con galerías heladas absolutamente inexploradas. Para llegar a ellas el hombre debe recorrer y asimilar en su experiencia vital, ríos, bosques, valles desiertos, selvas, desfiladeros, portillas, como zócalo defensivo para llegar a las paredes y aristas, a veces entre de nubes, para poder alcanzar, por fín las cimas, expresión máxima de belleza y sacralidad de la Tierra, cimas que ahora, después de cuarenta años recorriendo las montañas del mundo, sé por fín que son unos triángulos mágicos, llenos de energía metafísica.
Tiene el hombre que derrochar mucha ilusión y realizar muchos esfuerzos, para llegar a lo más alto. La ascensión y escalada de una montaña, no es un simple juego deportivo lleno de exaltación anímica, es también y sobre todo una disciplina del cuerpo, un lujo del espíritu y un recurso del alma.
La escalada de una cima comporta un ejercicio que supera la simple y esforzada realización física. La acción se convierte en pasión, incitación y sueño, llegando a ser conciencia. Y es entonces cuando surge el diálogo entre el hombre y la montaña con trascendencia de humanismo. “Las puertas de la montaña me abren una vida que no tendrá fin”, dijo Ruskin. Después de él han sido innumerables los seres humanos que han tenido las montañas como escenario. El mismo Nietzsche situó en las altas montañas a Zaratustra, el viejo profeta y legislador del siglo V., antes de Cristo, quien descendió de las soledades alpinas después de una década de meditación, y decidió expandir generosamente su sabiduría entre los demás seres.
En las montañas viviran los jóvenes deportistas una experiencia incomparable, llenas de esencia si aprenden a entresacarla del bullicio y de la vanalidad, la fuerte voluntad, el equilibrio psicológico, la alegría profunda, sobreponiéndose a los caprichos y flaquezas consustanciales del ser. Tanta prudencia como audacia, tanto orgullo como humildad, junto al miedo que nos proteje, alejándonos de la mezquindad y de la indecisión.
He querido volver a Zaratustra cuando expresaba que las montañas legitiman la felicidad de la existencia, amando a quien de su virtud hace su destino. “Amo a quien posee alma profunda aún en la tormenta. Quiero enseñar a los hombres el destino de su existencia. Camino hacia mi meta, sigo mi ruta, en la sabiduría del sueño sin ensueños...”
Creánme, amigos, las montañas están ahí para que las recorramos; esa línea de pequeñas cimas de la Sierra del Guadarrama, es un jardín lleno de misterios nuevos a pesar de su proximidad y de su sendas. Hay que acercarse a ellas otra vez con respeto, adentrándonos como en un templo, para entresacar la lección que constantemente nos trasmiten. Quien se cierne una y otra vez sobre las cimas se reirá de las tragedias de la escena de la vida. La cima nos llenará de ilusión, la verdadera energía de la vida, el camino más corto entre una montaña y otra montaña siempre va por la cima.
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