CITAS Y AFORISMOS
"Es una experiencia verdaderamente fascinante, te olvidas de todo, de todas las preocupaciones, de todos los problemas, toda tu atención se centra en no caerte, es un deporte en el que interviene todo el cuerpo. Produce una enorme sensación de libertad sentirse tan cerca de las rocas, de la naturaleza, de las montañas, cuando alcanzas la cima sientes tal felicidad que quieres volver a experimentar esa sensación lo más a menudo posible".
Leni Riefenstahl

viernes, 28 de enero de 2011

- ¿EL ALPINISTA IDEAL?, Por César Pérez de Tudela

¿EL ALPINISTA IDEAL?

César Pérez de Tudela

El alpinista ideal no creo que exista nunca. El hombre es un ser en eterna búsqueda que jamás encuentra.
Quizás es uno de los humanos que más se acerca a la esencia del ser, pero la misión escapa de la virtuosidad y constancia que requieren hasta los mismos “ochomiles de la Tierra”. Lograr encontrar el equilibrio entre lo que haces, lo que deberías hacer, y lo que podrías hacer es una misión casi imposible.

Condenarse a subir montañas toda la vida y constantemente, una tras otra, como meta ideal de una vida puede constituir hasta una locura desesperada de quiénes han optado por darse por fracasados en otros fundamentales de la existencia. El mismo Che Guevara, personaje que las conveniencias ideológicas y hasta la misma visión de quiénes están atados a la rueda inexorable de la existencia han idealizado de forma infinita, puede ser un caso de infelicidad y de frustración.
El Che, el generoso luchador de los derechos de los oprimidos de la Tierra, el Jesucristo del siglo XX, también era el típico mal estudiante incapaz de terminar con éxito su añorada carrera de medicina, incapaz de llevarse bien con su familia, y consigo mismo sabiendo compaginar pasiones y devociones, con equilibrio y esfuerzo, o huir de todo para sumergirse en esa misión en la que encontró la muerte.
El equilibrio es fuente de seguridad y aún de felicidad. Y la felicidad es llevarse muy bien con uno mismo, estar contento de como eres y conforme con lo que tienes.
El que os escribe ha pasado por diversas épocas y estadios del espíritu y por ello puedo recordar bien la hondura de mis pesares, cuando mi dedicación exclusiva al alpinismo, dentro de una fama poco frecuente que entrañaba el halago popular. La búsqueda de cimas en montañas lejanas (Andes solo, alcanzando muchas cimas, solo el Mc Kinley, atravesando todo el macizo, solo en el Annapurna en el postmonzón de 1973) no me satisfacían de forma completa y anhelaba una vida más completa, en lo familiar, en lo profesional, en lo intelectual… Y puedo decir con máximo orgullo, que yo tenía muchas fuentes para lograr la felicidad: mi carrera como jurista y como periodista, como funcionario… Como escritor de libros de montaña… y fui el primero o uno de los primeros que podían ejercer la profesión de guía de alta montaña, entonces sin posibles clientes que estuvieran decididos a pagar los servicios de un experto para lograr su objetivos. Ejercía como conferenciante y reportero de la aventura. Hoy el guía pone al alcance del aficionado cimas que de otra forma le estarían prohibidas.
Quiero decir que dudo mucho de que la persecución de un record pueda traer la felicidad definitiva, estimando más aún: que pueda ser solo una huída hacia adelante, una retirada esforzada al encuentro desesperado de uno mismo. Será buena la búsqueda de la esencia del ser, pero creo que en cualquier caso sería aconsejable añadir el máximo equilibrio como ingrediente fundamental, del que tantos grandes alpinistas hacen gala en las escaladas y las ascensiones. Sigo creyendo, igual que hace cuarenta años, que el alpinismo es también, además de un arte, de un deporte y de una filosofía, una escuela para entender la vida de cada día. Entonces me pareció que los principios de la escalada y de las ascensiones de montaña eran unas rotundas realidades que se podían trasladar a los estudios, al ejercicio de la profesión, a la superación de las dificultades que la existencia nos impone… El mismo espíritu de superación y de optimismo, el mismo humor, el saber callar el miedo ante el pavor de la vida, en este caso de los precipicios por los que hay que subir, el no asustar a tus compañeros con tu miedo y guardarte la angustias para ti mismo. La velocidad de Steck en el Eiger, batiendo el record de tiempo invertido en ascender la pared me deja desorientando y desencantado. Cuando se corre por una montaña vertical es que no se teme nada de ella, y esa falta de temor me hace dudar sobre la recompensa de haber vencido? No es eso. No tiene sentido. Eso puede ser ya no saber que hacer. Correr por correr sin valorar el camino.

No hay comentarios :

Publicar un comentario