En enero de este año se cumplían 41 años del fallecimiento en Milán del escritor italiano Dino Buzzati, nacido en 1906 en Belluno, población del Véneto situada muy cerca de los Alpes Dolomitas. Para muchos Buzzati será siempre el autor de El desierto de los tártaros, novela publicada en 1940, la desasosegante historia del teniente Giovanni Drogo, destinado a servir de por vida en una guarnición fronteriza que vigila precisamente el misterioso Desierto de los Tártaros, lugar por donde un innominado estado, que nunca sabemos si es Italia o algún tipo de potencia centroeuropea, espera desde hace siglos un ataque que nunca termina de materializarse.
No es, por supuesto, la única obra de Buzzati, que en realidad fue un escritor bastante prolífico, a pesar de que él mismo se tenía a sí mismo sobre todo por periodista. Aunque, como a menudo aclaraba, su verdadera vocación, lo que de verdad le hubiese gustado ser, era la de alpinista, y sólo muy en último lugar escritor.
Lo cierto es que Buzzati fue un más que
notable escalador y alpinista, como testimonia alguna vía que lleva su nombre en
los Dolomitas mismos. E igualmente, que la montaña es un elemento, casi un
personaje, que aparece muy a menudo en sus escritos, incluso en los que en
apariencia no tienen nada que ver con la misma. Curiosamente, los que sí que
tienen que ver no son demasiados. Barnabò delle montagne fue su primer
libro, publicado en 1933, una bonita de historia de aprendizaje y de redención
ambientada en unas imaginarias montañas de San Michele -que no son sino los
Dolomitas. Aunque algunos de los elementos presentes en El desierto de los
tártaros están presentes, la montaña es el protagonista absoluto, y la
breve novela, de apenas cien páginas, tiene mucho de autobiográfico; como
señalaba una crítica de literatura italiana, Silvia Metzeltin, alpinista también
ella, sus páginas no suelen ser leídas por igual por un profano en temas de
montaña y uno que no lo sea. No se trata de que haya reflexiones profundas sobre
la pasión que suscita la montaña ni nada por el estilo, sino el absoluto
carácter de experiencia vivida que tienen las desripciones de escaladas
y caminatas, apuntes casi banales de sensaciones varias que pueden pasar
despercibidos para un lector poco avisado pero que cobran pleno sentido para
quien es capaz de descrifrarlas.
En realidad, aunque la temática montañera stricto sensu no es mucho más extensa en la obra de Buzzati -un puñado de cuentos, que en general no son de los mejores, y la épica descripción de una escalada protagonizada por soldados en El desierto... -, la montaña siempre muy a menudo está presente, a menudo como marco de fondo -nuevamente, El desierto..., así como El Secreto del bosque viejo y muchas otras narraciones-, pero incluso en muchas otras donde la montaña no está presente en absoluto, metáforas más o menos evidentes, leves alusiones y gestos apenas esbozados pertenecen plenamente al mundo del alpinismo y a menudo sólo se entienden desde él, lo que lleva a postular a Metzeltin dos niveles de lectura de las obras de Buzzati: uno exotérico, el dirigido al público general, y otro esóterico, con claves y signos que sólo en iniciado en temas de montaña -o mejor dicho, quien haya vivido la montaña- puede descifrar.
En realidad, aunque la temática montañera stricto sensu no es mucho más extensa en la obra de Buzzati -un puñado de cuentos, que en general no son de los mejores, y la épica descripción de una escalada protagonizada por soldados en El desierto... -, la montaña siempre muy a menudo está presente, a menudo como marco de fondo -nuevamente, El desierto..., así como El Secreto del bosque viejo y muchas otras narraciones-, pero incluso en muchas otras donde la montaña no está presente en absoluto, metáforas más o menos evidentes, leves alusiones y gestos apenas esbozados pertenecen plenamente al mundo del alpinismo y a menudo sólo se entienden desde él, lo que lleva a postular a Metzeltin dos niveles de lectura de las obras de Buzzati: uno exotérico, el dirigido al público general, y otro esóterico, con claves y signos que sólo en iniciado en temas de montaña -o mejor dicho, quien haya vivido la montaña- puede descifrar.
Si el Buzzati escritor, como hemos
visto, (en apariencia) no hace demasiada justicia a la intensa y profunda pasión
que durante toda su vida sintió por la montaña y sus cosas, no pude decirse lo
mismo del Buzzati periodista, carrera que por cierto desarrolló en estrecha
ligazón con el milanés Corriere della sera. Desde los años 30 hasta
prácticamente su fallecimiento, publicó numerosas crónicas y artículos de tema
montañero, en los que frente a la contención de su obra literaria podríamos
decir que literalmente se desmelenaba. Toda esta producción periodística, en
general de una muy alta calidad literaria (pertenecen a la edad de oro del
periodismo escrito que contaba con un muy magro soporte gráfico), amén del
pulado de cuentos de temática alpinista y otros textos literarios, ha sido
recogida recientemente en un volumen doble bajo el título de I fuorilegge
della montagna -Los forajidos de la montaña. Su lectura me resultó
sencillamente deliciosa. Por supuesto, el Buzzati periodista de temas alpinos no
habla de sí mismo, pero sabe de qué habla, y muy bien. Hay de todo: desde
semblanzas de tipos singulares de los que nunca has oído hablar, como el
inolvidable guía alpino Tita Piaz, capaz de cubrir de insultos e improperios al
mismísimo archiduque de Austria si éste vacilaba en un paso complicado (eran los
tiempos del alpinismo de "élite" en el sentido más literal de la palabra),
crónicas de última hora sobre la ascensión al Everest por Hillary y Tenzing,
reflexiones sobre el devenir del alpinismo, y polémicas varias, en las que no
obstante solía mostrarse bastante comedido.
Fue
justamente su fama de imparcial lo que empujó a Bonatti después de la tragedia
del Montblanc a presentarse en al redacción del Corriere y solicitar una
entrevista con Buzzati, al que apenas conocía personalmente. Resultado de la
larga conversación fue el largo artículo, cuya lectura aún hoy emociona,
titulado sigificativamente "Non mi perdonano il torto di essere tornato
vivo" ("No me perdonan el error de haber vuelto vivo"). El artículo,
imparcial pero por ello mismo rompiendo una lanza a favor del linchado y
vapuleado escalador, no le atrajo a Buzzati las simpatías del elitista (en lo
social) stablishment alpinista italiano de entonces, con el que ya
había chocado más de una vez: un tiempo antes le habían negado la entrada en la
Accademia, la selecta vanguardia del Club Alpino Italiano, porque si
bien tenía méritos sobrados como escalador y alpinista, alguien adujo que como
periodista Buzzati escribía artículos sobre temas de montaña, ergo se lucraba
económicamente de la montaña, y eso era algo al parecer algo intolerable para
una acartonada institución que seguía creyendo que vivía en los tiempos del
duque de los Abruzzos.
Este
hombre polifacético también fue un notable ilustrador de sus propias obras y
pintor -las imágenes que adornan las portadas de sus obras por lo general son
suyas. Unas montañas surrealistas pero bellísimas, casi siempre de pura y
descarnada roca que se inspiran en los Dolomitas (uno intuye que Buzzati habría
amado Gredos, los Picos de Europa, los montes de la Jacetania...)
suelen aparecer a menudo en su obra pictórica. El Buzzati escritor tenía también
una enorme potencia visual: las descripciones de montañas y paredes suelen ser
enormemente gráficas, el lector mínimamente familiarizado con el entorno de la
montaña las "ve" enseguida (una cualidad que por cierto también se encuentra en
las descripciones de vías y escaladas de Bonatti). Y, sin embargo, Buzzati era
poco amigo de recurrir a metáforas cuando describe las montañas, recurriendo a
lo sumo a la geometría. A pesar de la fértil imaginación de los seres humanos,
que han visto en las montañas torres, castillos, senos y catedrales de todo
tipo, en algún sitio señaló que en realidad las montañas no se parecen a nada,
aparte de a ellas mismas. Quizá son los castillos y las catedrales los que
quieren parecerse a las montañas, como en su fantástica Piazza del Duomo.
Me parece muy bien que quitéis mi anterior comentario. Pues bien, reitero, quitad este post o citad la fuente, porque os habéis apropiado de algo que no es vuestro.
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ResponderEliminarLe storie che si scriveranno, i quadri che dipingeranno, le musiche che si comporranno, le stolte pazze e incomprensibili cose che tu dici, saranno pur sempre la punta massima dell'uomo, la sua autentica bandiera quelle idiozie che tu dici saranno ancora la cosa che più ci distingue dalle bestie, non importa se supremamente inutili, forse anzi proprio per questo. Più ancora dell'atomica, dello sputnik, dei razzi intersiderali. E il giorno in cui quelle idiozie non si faranno più, gli uomini saranno diventati dei nudi miserabili vermi come ai tempi delle caverne.
Dino Buzzati