- EL SILENCIO

El silencio

Uno de los lenguajes con los que se expresa la montaña, lo hemos dicho ya, es el silencio. El silencio es propedéutico a la paz interior, a la meditación, a la serenidad, consiente la concentración, el recogimiento, la reflexión. «El silencio –ha dicho Louis Lavelle– es un homenaje que la palabra rende al espíritu». Para los monjes y místicos el silencio es la vía real para el encuentro con lo Absoluto. Según K. Von Dürckheim, «Allí donde el sonido del silencio se hace sentir existe la meditación más allá del objeto. Solo el oído liberado de todos los sonidos puede sentir el Sonido más allá de todos los sonidos».
El silencio en cuestión, queremos precisar, no es la ausencia de ruido. «Gracias al silencio –ha escrito Jean Guitton– el hombre se sumerge en si mismo y descubre la esencia espiritual que lo crea. De esta manera se descubre también en conjunción con el propio silencioso Creador. Porque sentir el silencio es ver lo invisible».
Para Antoine de Saint-Exupéry, «El espacio del espíritu, allí donde puede abrir sus alas, es el silencio». El silencio de las montañas, escribe Marie-Madeleine Davy, «despierta el corazón, estimula la inteligencia, abre el acceso a un espacio más allá del pasaje vinculado al tiempo (...), el silencio protege, custodia el corazón que se alza hacia la dimensión divina. Cuando el corazón calla, recibe energías que lo orientan hacia el desvelo de los santos misterios».
(La montagna, tramite tra la terra e il cielo. Michele Migliozzi)